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lunes, 9 de septiembre de 2013

Qué verdad es esa que escondes en el otro continente...

Esto que haces ahora lo hiciste hace catorce años atrás, y no escarmenté con la experiencia fallida de perderte aquella vez. Te juro que en esa oportunidad no sufrí como hasta ayer padecí por tu silencio y tu ausencia. Puede ser que en esa época era más parecido a un roble que hoy. Los años me han estrujado la arrogancia y el orgullo. Es indigno de mi parte el quedarme tan al borde de una depresión abismal tan solo por no oírte. He ido a ver el mar para que las olas me digan si un veterano de mil batallas tiene que terminar arrodillado en la arena por un amor que se ha marchado para siempre.


Cada mañana, camino al trabajo trato de ausentar tu nombre y tu rostro de mi memoria, pero es difícil y llego a la oficina tan mal que prefiero dar vueltas por la ciudad y abandonarlo todo. Así de terrible ha sido tu ausencia y tu silencio; ese silencio que predice tu abandono, como antes.
¿A dónde se fueron tus palabras de amor?
¿Por qué engañaste al ser que tanto te amo? ¿Qué puedo esperar después de esto? No me queda más que levantarme de mis cenizas, curar mis heridas del alma, sanar mi dolor espiritual. No me queda más que despreciar a los enamorados de los parques. No me queda más que olvidar el pasado, ahora sí para toda la eternidad. Y no pensar en el futuro, porque, gitana, no hay futuro entre tú y yo.
Ese silencio tuyo ha matado el amor mío.
Ese esconderse en la España azaroza ha desnudado la verdad en mi imaginación. ¿Qué escondes, gitana, en el otro continente? Las palabras no hieren cuando se dicen de frente. Las palabras matan cuando se esconden y furtivas nos asesinan.
¿Cuál es tu verdad, gitana?
No lo sé. Ni quiero saberlo, ahora.
Porque como tú, ahora me voy al silencio de los que amaron.
Ya no estoy para ti, gitana.
Ahora, ya no.

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