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sábado, 7 de septiembre de 2013

Es muy tarde para cambiar, lo sabemos los dos

En verdad, nadie busca a nadie en este mundo. Solo nos encontramos por azar, y a veces nos cruzamos muy tarde con aquella mujer que pudo ser nuestra mujer. Así de caprichosa es la experiencia de vivir, sobre todo si los años han bajado de las montañas, arrastrando todo con su caudaloso río de emociones. 
En verdad, es muy tarde para comenzar. Es muy tarde para cambiar. Nadie cambia a esta altura de la vida. Ni ella, ni yo. Somos madera de otro tiempo, con conceptos ambivalentes, nos pasamos la línea de los sojuzgados por la sociedad, nos pasamos al otro lado sin siquiera parpadear, sin que nadie se diera cuenta que estamos cercanos al infierno y muy lejanos del cielo.


En verdad, ella y yo somos así. Y, por eso mismo, nos perdonamos nuestros pecados, en silencio, sin nombrar a los innombrables, en medio del cuarto solitario que hoy nos cobija en Paris. Ella duerme a todo lo largo, tan solo con el edredón sobre su piel de carmesí. Ella no sabe que esa madrugada he salido despacio de la habitación, he bajado al bar del hotel, he llamado a escondidas para decirle amor a otra mujer. Yo no he sabido tampoco que ella ha cogido su celular, ha timbrado despacio, con miedo a que volviera, y también, muy queda y en secreto, le ha dicho amor a alguien que no sabe que volveré a la habitación, para volverle hacer el amor...
...en verdad, así es la vida de los poetas y escritores. Un mundo de fantasía y realidad, un equívoco de la vida, una suerte de azaroso destino que solo se vive en el papel...
En verdad, muchas veces la fantasía se convierte en realidad mientras se escribe en una habitación solitaria como esta, de adobe, esteras y frente al río donde Madame Bovary me ha llevado para hacer el amor...

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