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domingo, 8 de septiembre de 2013

Cuando el amor quiere seguir, la distancia es cruel compañera

De qué podemos hablar ahora que estás tan lejana. Seguramente ya no hay palabras ni acontecimientos qué comentar, en esta distancia, de océano a océano. Sí, pues, la cotidiana vida que llevamos, tú allá en Madrid, y yo aquí en París, nos hace perder el centro del amor sentido en Lima, de esas emociones vivas que vibraron al unísono de nuestra piel, nuestras voces, nuestros susurros, nuestras miradas, tan, pero tan nuestras. Esta es la verdad, mi amor, el día a día nos aleja aún más. De pensamientos y el pasado no se puede vivir para siempre.
Ya no llamas, como los primeros días de tu partida.
Así, debe ser, pues, el final de los que se aman a la distancia.
No se puede amar a punta de emails y correos perdidos.


Tampoco te puedo llamar porque simplemente no hay donde hacerlo. Tú sabrás porqué me niegas el lugar de tu destino, tú sabrás porqué lo haces. No te lo reprocho. No soy quién para hacerlo. Tú, amor mío, sabes que te amo en libertad. Pero, ¿sabes?, duele, duele fuerte, como no sabes el dolor que sienten los que se quedan en un hogar vacío.
¿Hablaremos de esto algún día? O lo olvidaremos. Tal vez nos volvamos a encontrar -después de esos silencios incomprendidos-, y volvamos a ir a la taberna de siempre a tomarnos el vino de siempre, y dejaremos volar la imaginación al encuentro furtivo, como antes, como antes.
¿Esto es amor, mi gitana adorada? ¿Encontrarnos cada cierta cantidad de años y renovar nuestros votos de eternos enamorados?
Y, sin embargo, aquí estamos, yo escribiéndote como un poseso, y tú leyendo mis cartas allá tan lejos, cada día, cada miserable día que no estás conmigo. ¿Esto es amor?
Tal vez escriba una y otra vez, porque te amo.
Tal vez, sí, es verdad, aunque la distancia me hace dudar de todo, de ti, de los forasteros, de los otros, de los que aspiran el olor de tus cabellos, de los que te miran, de los que te sonríen, de los que conversan a diario contigo; tal vez, eso, mi amor, me hace dudar. Hay momentos en que yo también tengo que sonreír ante una fresca mirada de mujer, ante un sutil mohín femenino... y entonces, mi amor, la distancia, la lejanía, el espacio incalculable que hay entre nosotros dos se quiebra bajo el embrujo del presente...
...y, sin embargo, aún te tengo en mí.
...y, sin embargo, aún quiero seguir contigo.
¿...y TU, amor?

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