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miércoles, 18 de septiembre de 2013

Mi gitana y el tesoro de Pizarro...

Mi gitana es una inmigrante (salida de los confines de una tierra donde no puede aspirar a obtener la subsistencia para los suyos). Fue en busca de un pedazo del tesoro que Pizarro se llevó hace ya unas centurias. Que yo sepa los doblones españoles hechos con el oro incaico aún no han caído en sus manos como ella hubo esperado. Lo sé, porque aún batalla a diario por un empleo esquivo en la madre patria.
La quisiera de vuelta en casa, pero, también, yo estoy librando mi propia guerra a la francesa, envuelto en una habitación solitaria, escribiendo como un demonio en busca de la energía que a Flaubert impulsó escribir Madame Bovary. Me levanto en las madrugadas, sumido con el arrebato seráfico de Truman Capote y escribo sobre esos criminales que decidieron hacer caso al apocalipsis, de aquellos que llevaron al averno a una mujer andina famosa.


Mi gitana tiene el alma de una mama grande e inmensa; pues, en el suelo de nuestros ancestros sus hijos y sus nietos esperan la generosidad de ella.
¿Qué hace en Madrid mi dulce y abnegada gitana?
Ya os dije: Busca el tesoro de Pizarro y sus zamarros conquistadores.
Lo que tiene la vida y la historia: hoy, muchas como mi gitana adorada regresan en vuelos largos a las tierras donde Colón alguna vez partió con sus tres carabelas en busca de las Indias. Hoy, ellas hacen la misma travesía -por entre las nubes y en vuelos de Boeing de metal acorazado-.
Cómo cambian los tiempos, ¿no?
Soy acaso el nuevo flamante Rodrigo de Triana, que en la proa de la Santa María, ¿O sería La Pinta? ¿Tal vez La Niña? avizoro una costa baldía y fría de la España carcomida por la herrumbre del defecto global económico? Espero que no.
Mi gitana amorosa necesita encontrar su tesoro. Necesita, ¡cómo no! enviar euros a los suyos. Sin embargo, el tiempo se acorta, los años avanzan y el tesoro cada vez está más escondido en los sótanos de los españoles.
Si fuera el genio de la lampara de Aladino, frotaría y frotaría solo para pedir un único deseo: «...estar tan cerca de ella... oler su aroma... acariciar sus cabellos... besar sus labios... y asegurarle que el tesoro de Pizarro lo tengo yo de tanto escribir ficciones... y ofrecerle el lecho de mi habitación.... para que cada mañana al despertar la pueda ver sirviendo el café envuelta entre sedas y kimonos....»
Mi gitana camina ahora por las calles de Madrid... en busca de sus sueños.
Yo lo hago por las calles de Paris...
Ambos sabemos que nos quedan pocos años... para amarnos.
Espero encontrar primero ese tesoro... y dárselo en ofrenda para que no vuelva a esta tierra española en busca de un empleo... sino solo de turista y viajera... solo eso.

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