Sí, es verdad, que las promesas de las Diosas también se acaban cuando ellas se van al olimpo, a Roma o Madrid. Sí, pues, eso me lo dijo el mexicano Juan Gabriel, una de esas tardes que yo descansaba en el hotel de Veracruz. Miraba el crepúsculo de la tarde, cuando él empezó con eso de: «...No sabía de tristezas ni de lágrimas ni nada... que me hicieran llorar... Yo sabía de cariño, de ternura, porque a mí desde pequeño eso me enseñó mamá... Eso me enseñó mamá, eso y muchas cosas más... Yo jamás sufrí, yo jamás lloré...Yo era muy feliz... yo vivía muy bien... Yo vivía tan distinto.. algo hermoso, algo divino, lleno de felicidad... yo sabía de alegrías, la belleza de la vida, pero no de soledad... pero no de soledad.... De eso y muchas cosas más... Yo jamás sufrí, yo jamás lloré... Yo era muy feliz... yo vivía muy bien... Hasta que te conocí, y la vida con DOLOR... no te miento fui feliz, aunque muy poco amor... Y muy tarde comprendí... QUE NO TE DEBI AMAR... Porque ahora pienso en TI, más que ayer... Mucho más.....»....
Y entonces comprendí que las Diosas también pueden llevarte al abismo. Aunque te digan que te aman, aunque de besen hasta la saciedad, aunque te prometan hoy todo y mañana te lo quiten con una esas excusas que ellas saben crear, así, así son ellas, las Diosas que se van a vivir a Madrid. Solo sé que algún día el mundo girará al revés, el tiempo dictará su justicia, y los velos de las ilusiones y el desencanto caerán para ver la verdad... y entonces, creo, pienso, que será muy tarde para volver a empezar. Por eso, es mejor no amar a una Diosa. Basta con adorarla desde lejos, sin esperanza, sin fe, sin sueños... de lejos, como un espejismo que la bruma del mar hará desaparecer en cualquier momento... En cualquier momento.. ¿Verdad?
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