Siempre me he preguntado si el AMOR llega tarde para algunos amantes. Y creo que es verdad, sobretodo después de comparar la bola de cristal de aquella gitana que me adivinó la suerte una tarde lejana de junio. Estaba al pie de su tienda, en una feria de Campo de Marte. Tendría unos ochenta o noventa años, pero la viejecilla aún tenía la voz firme, aunque la piel estrujada por inconmesurables líneas de tortuga. Me tomó la mano con delicadeza y surcó con sus dedos las líneas dibujadas en mi palma. Me dijo: «Estás en el asiento equivocado, hijo».
Sus ojos de vidrio, azules y misteriosos se hundieron en los míos.
«Deberías bajar del tren», dijo.
Me quedé callado. Pobrecita, la gitana, la edad le hacía hablar incoherencias.
«Este no es tu tren», dijo: «El tuyo es el que ya partió»
Mas tarde, en el café El Cordano, bebiendo el vino de las nueve la noche volví a recordar las palabras de la gitana.
¿Estaba hablando ella del amor o de mi vocación?
¿Cómo interpretar su mensaje?
Si, pues, esa noche no dormí. Vagavundee por la ciudad, buscando qué había perdido en mi existencia, en esos años...
...alguien dijo: «Tienes que tomar un decisión».
Lo tienes que hacer... «No hay otro camino...»
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