Hoy es viernes y no me da ganas de ir a la taberna para tomarme un vino. Hoy es viernes por la noche (7.38 pm) y sé que no está mi compañera. Sé que su teléfono está muerto. Sé que no bajará del taxi para acompañarme en esta fría noche limeña. Sé que no la abrazaré con la ternura de siempre. Sé que no la besaré con esos besos largos y profundos que ella sabe tocar con suavidad mis labios. Hoy caminaré bajo la garúa hacia la plaza de armas, miraré la catedral gélida, el palacio con su bruma amarilla. Y estaré ensimismado hasta que la nocturnidad me encamine a mi por la quietud de mi dolor.
Han sido días tenebrosos estos que he vivido sin ella, y, de verdad, he odiado Madrid como no tienes idea. No porque me disguste su gente o su ciudad, sino porque refleja el lugar donde está mi estrella, donde mi Diosa ha ido a buscarse la vida. Si a ti te ha sucedido algo parecido, entenderás mi rabia con esa ciudad española. Sin embargo, me la puedo echar en el bolsillo un día de estos, y los madrileños me adorarán sin saber que yo los he gran puteado en silencio, lo repito, ellos no tiene la culpa de mis enojos, soy yo el que les tiene rabia gratuita. Porque ella está allá, y yo estoy aquí. Dirán porque diablos no te la traes otra vez a Lima. (En eso estamos). Y los madrileños me rendirán pleitesía sin saber que les tiré barro en estas páginas por un amor a una limeña que se fugado con el destino para alcanzar el tesoro de Pizarro.
Es verdad, esta noche los fantasmas van desapareciendo, y vuelvo a concentrarme en mis historias, y lleno cientos de páginas de fantasías, mientras mi amor convive en la realidad de la vida, entre seres oscuros, muñecos blancos de hablar enzetado. Mientras yo concibo las fantasías que me lleven a la gloria, y aunque eso no suceda, me divierte el escribir como a mí se me antoja.
El dolor de la lejanía me dará fuerzas para tomar ese avión y estar en esa ciudad, y otras que todavía no están escritas en mi biografía.
Tal vez, quizá, nos volvamos a encontrar mi DIOSA, en situación más decorosa, con más fortuna, y entonces podré reirme de los madrileños, y comprarme una gitana que me lea la suerte cuando de ella ya no necesite nada.
Tal vez, mi DIOSA, nos veremos en esa ciudad... ...algún día, de todas maneras antes que muera mi juventud... antes, cuanto antes...
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